La narrativa del silencio

Así como para la palabra, la música y el ruido, cada uno le reconoce ciertas características al silencio y tiene una libre interpretación de él. Todas son válidas.

El silencio es un elemento indeseado. Esta afirmación la hago luego de observar por más de una década como los productores de radios convencionales impiden el ingreso del silencio durante su emisión. Conozco, incluso, a añejos conductores que reprimen a los operadores de audio si es que el silencio se prolonga en la emisión por, quizá, cuatro o cinco segundos. Les resulta insoportable, una falla técnica del sonido y hasta una falta de respeto a la audiencia. Tampoco a los oyentes promedio les agrada el silencio. Ciertamente los inquieta y tienen una lectura negativa sobre él.

Pero no nos queda más remedio que enfrentárnosle en un contexto inédito que se cimienta en nuestra conducta individualista y utilitarista. Es aquí donde se quiebra nuestra propia línea narrativa. El silencio – en silencio – ingresa en nuestro espacio como un elemento disruptor. Un vacío que nunca fue útil y que tampoco se supo muy bien qué hacer con él, ahora se vuelca a nuestras espaldas para cargarla en nuestros días y noches.

Ahora el uso del silencio nos distancia. Se desliza rápidamente por el alma de cada ser sociable y lo hunde en la completa nada. Es, entonces, cuando el silencio se expresa. Los cuerpos extraños se levantan por las noches inquietos por la poca costumbre de su presencia. Aún recuerdan con agrado aquellas noches en que el ruido los cobijaba con su seguridad y regresaban a dormir. 

Ya no se quiere escapar del ruido, se quiere escapar del silencio, un silencio que antes solo se comprendía como ausencia de palabra. El deseo, hoy, es estar ahogado en voces. 

El silencio es subjetivo, es ausencia y angustia; la inevitabilidad de sentarse con uno mismo, la tensión del no tolerarse, la presencia de la monotonía, la soledad, la depresión, la falta de respiración, la muerte: Signos manifiestos de hipocondría sonora.

Le perdí hace muchos años el miedo al silencio, un virus único, increíble. Aprecio el escuchar nada, aunque prontamente aparezcan sonidos difusos: psicofonías, recuerdos, el latir de los tejidos. No me sofoca. Nada más útil que callar para comunicar, dominar el vacío individual con un poco de recuerdos de la infancia, el sonido “ambient” de algún tema de Brian Eno y pensar, casi siempre, en un final feliz.

Foto: Luis Eduardo López Carreño (desde el balcón de su casa en plena pandemia)

Fernando Echevarría Alva.

Coordinación y programación en RDN, radio online de la Escuela de Comunicaciones de la Universidad San Martín de Porres.

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